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LT CORTESIA

Mar Egeo.

La larga escalera tambaleante que sube a la cubierta principal, cruza en diagonal un casco de acero interminable de color azul, descolorido y deteriorado por el tiempo. El tercer oficial filipino es quien me recibe a bordo. De nuevo vuelvo a escuchar las sirenas de grúas y pórticos, el sonido metálico de contenedores que se apilan los unos sobre los otros, el estruendo sordo y potente de la ventilación de la sala de máquinas, el del olor a maquinaria pesada... Tengo la sensación de un déjà vue que sigue siendo emocionante, pero no es la impresión de la primera vez. Después de unos primeros minutos algo desorientado tomo posesión de mi cabina, y junto al oficial visito el resto de las instalaciones. La noche llega a la terminal griega, hay decenas de luces artificiales que iluminan cada rincón del muelle de carga que prosigue su actividad hasta casi la hora de zarpar. El buque transporta en total más de 4000 contenedores, casi todos de 40', lo que equivale a decir que el Cortesia va casi al 100% de su capacidad.

Se sueltan amarras cuando son las 22:00h, el barco se aleja lentamente del muelle acompañado del ronroneo de los dos remolcadores. El muelle queda desierto de actividad y sumido en el silencio, igual que lo hace el andén de una estación cuando sus viajeros toman el último tren de la noche. Me dejo llevar suave y delicado a lomos de un gigante. El Cortesia navega discreto y ajeno entre las luces de grúas y barcos, luces que pronto se confunden con los de la ciudad ateniense hasta quedar absorbidas por la oscuridad. Hay algo en esta visita corta e incompleta que la hace diferente, recuerdos que convergen en personajes concretos y escenas comunes, tal vez intrascendentes en otro lugar...

El mar Egeo es una prolongación natural del mar Mediterráneo que se extiende por las conocidas islas griegas. Noto aquí mucho más calor que en las costas de Cerdeña dos años antes, no tardo en buscar refugio bajo la sombra de uno de sus contenedores. Desde el Cortesia nada de vistas románticas en dirección a lugares bucólicos, lo más cerca que estaré de una de sus islas será la isla de Kasos y no tan cerca, veré su costa más próxima a más de 10 millas de distancia. Lo que si veo en primer plano es a la tripulación de cubierta enfundados en sus monos de trabajo, sus cabezas protegidas en paños y siempre con gafas de sol. Radial y lijadora en mano huele a metal cortado, se escuchan golpes metálicos toscos y pesados, otros ligeros y agudos... Es el sonido cotidiano en el trabajo de cubierta.

El capitán de la nave es polaco, un tipo alto y musculoso que cada día se ejercita en el gimnasio del barco. De pelo blanco parcialmente rapado, presenta unas pronunciadas facciones angulosas en su rostro, es al él mismo una figura imponente dentro de la tripulación de la que es el máximo responsable. Tiene la voz contundente de quien está acostumbrado a mandar, sus palabras y explicaciones son muy claras y precisas, dejando entrever la posición que ocupa en la cadena de mando, dirigiéndose siempre con suma educación y respeto hacia su tripulación y pasajero.

A diferencia del Río Bravo y siendo el único pasajero a bordo, el capitán me da el permiso (y el privilegio) para visitar el puente de mando siempre que quiera. En la Officer Mess Room comparto mesa y mantel con el segundo y tercer oficial. La vida a bordo queda marcada por el ritmo de las comidas, los ejercicios contra incendios y salvamento. En cuanto a la vida social con la tripulación, esta transcurre entre partidas de ping-pong, lectura, escritura, películas, paseos matinales y vespertinos, visitas esporádicas al puente de mando y guiadas a la sala de máquinas. De manera regular siempre hay algo que celebrar en la Crew Recreation Room después de la cena, eventos donde también soy bienvenido a participar.

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