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LT CORTESIA

Mar Rojo.

Se dice que cada mar y océano es diferente y el mar Rojo no es una excepción. El cielo también ha cambiado, es lechoso y brumoso, pero el sol hace justicia en un mar rodeado de tierras árida y desérticas. El calor es realmente fuerte, y el viento que sopla es aire caliente que invita a quedarse en las instalaciones interiores mas que a disfrutar de una brisa de mar inexistente. La tripulación de cubierta tiene su rostro empapado en sudor, sus gotas deslizan por su frente, contornean sus ojos almendrados y se dejan caer por sus mejillas de piel ruda y oscura. Para el personal de sala de máquinas, el calor es el doble del que hace aquí fuera. El aire enturbiado sigue estancado en el horizonte, que no es aire sino arena y polvo del desierto que cubre con una fina película de arena los contenedores, los pasamanos, el suelo... lo cubre todo.

Después de dos días de navegación, las costas de Jeddah y su principal puerto de entrada a Arabia Saudí. Vista desde el barco, tiene modernos edificios dispersados, como el del puesto de control de navegación marítima, una estructura de hormigón blanca cilíndrica, coronada por una gran esfera semi-acristalada y situada justo a la entrada del puerto. Una enorme bandera del país ondea en un mástil de varias decenas de metros de altura, bandera que se distingue a varios kilómetros de distancia mar adentro. El capitán me da la opción de pedir un permiso especial al agente del puerto, aunque no es totalmente seguro que este último me lo conceda. Por un lado me tienta la idea de visitarla por instinto de curiosidad, por otro, no tengo ningún interés en Jeddah ni Arabia Saudí. Finalmente opto por la segunda y me quedo en el barco.

Previamente a la llegada al puerto, la tripulación y yo mismo hemos hecho entrega al capitán de todo lo relacionado con el material erótico (quien lo tuviera), cámaras de fotos y videos. Se tiene prohibido hacer fotografías o tomar cualquier imagen grabada, las autoridades del puerto de Jeddah tienen permiso para registrar cualquier cabina de la tripulación, lo que en circunstancias normales no suele ocurrir. Frente al Cortesia un guardia apostado cerca de una caseta vigila metralleta al hombro... Arabia Saudí hasta ahora intocable, es ahora objetivo terrorista y las instalaciones portuarias son puntos estratégicos. Los trabajadores del puerto no son saudíes, emplean como viene siendo costumbre mano de obra barata procedente sobre todo de India y Pakistán. Los saudíes ocupan otros puestos vestidos en impecables túnicas blancas y sandalias.

Por la noche todas las grúas trabajan a pleno rendimiento, el calor es igual de sofocante y el aire menos respirable. Tomo amistad con uno de los filipinos que hoy está de guardia en la entrada de la cubierta principal. Es un tipo mas bien bajito de ojos perfilados con una impresionante y bien proporcionada masa muscular. Intercambiamos opiniones, mostramos ventajas y desventajas de nuestro estilo de vida y trabajo, y ambos compartimos una misma idea, la de zarpar mañana a primera hora de la mañana rumbo a Colombo en 7 días de navegación ininterrumpidos. No hay ninguna razón aparente, pero sentimos la necesidad de dejar este puerto lo antes posible.

Al día siguiente y poco después de la salida del puerto, hago notar que el mar es algo menos apacible que en días anteriores. Las olas que provocan el Cortesia arremeten con violencia contra las aguas del mar Rojo. Las crestas blancas de las olas se elevan varios metros y se hunden bajo el agua en un degradado color turquesa, deslizándose ondulante por la siguiente ola hasta difuminarse finalmente en el agua. En cubierta, se escucha un sonido que va de menos a más, las enormes tapas de la bodega de carga crepitan como si fueran a estallar frente a mi. Escucho la presión de toneladas de acero que se desplazan a nivel microscópico en un continuo va y ven de babor a estribor... Impresionante.

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