Golfo de Adén.
Como tarea preventiva al paso de una zona de alto riesgo, asisto junto al resto de la tripulación a la charla que el capitán ofrece sobre instrucciones a seguir y medidas de seguridad a adoptar contra la piratería al paso del Cortesia por el Golfo de Adén. Los buques militares desplegados en la zona y los equipos de seguridad privados que contratan las navieras, han hecho del Golfo de Adén una zona relativamente tranquila en los últimos meses. La zona de alto riesgo se concentra realmente entre el cuerno de Africa y Madagascar.
Esta noche cruzamos Bab el-Mandeb, estrecho que separa el mar Rojo del Golfo de Adén, un estrecho que la coalición no controla a riesgo de entrar en conflicto armado con países que viven es estado de guerra permanente; Yemen, Eritrea, y en menor medida, Dschibuti. A lo largo de las próximas 48 horas, además del oficial de turno en el puente de mando, dos vigías se turnarán junto a otros miembros de la tripulación. Es de noche, oscuridad casi absoluta en el puente, suena música de fondo mientras emiten mensajes por radio frecuencia que apenas llego a entender. El pupitre de mando es amplio y espacioso, plagado de pulsadores y sistemas de navegación, similar al cockpit de un avión comercial, pero sin la claustofobia de este. Detrás de unas cortinillas, el oficial anota nuestra posición en la carta de navegación. Taza de té en mano, observo la noche desde esta privilegiada posición.
La cantidad de diminutas luces que se ve en Bab el-Mandeb es sorprendente, la mayoría de ellas son barcos pesqueros y petroleros. Uno de los vigías me comenta que ha visto dos destellos en el horizonte por babor... tal vez dos explosiones en Yemen. Regreso a mi cabina cuando es medianoche. Es difícil no pensar que en unos días volveré a retomar una vida normal, rutinaria y anodina, lejos de conflictos ajenos, en una suerte premiada por el lugar y la época de paz en la que me ha tocado vivir.
Desde las tres de la pasada madrugada hemos entrado en el corredor marítimo controlado por la coalición internacional formado por buques de guerra. Hasta hace unos pocos años, la actividad de la piratería llegaba hasta el mismo centro del mar Arábigo, lejos de cualquier costa. Con ayuda de barcos nodriza, dejaban a los piratas cerca de objetivos y ante la falta de combustible, estos se veían forzados a regresar a tierra con el secuestro de algún barco, a riesgo de morir, antes o después, en el intento. Desde la implantación de las medidas de seguridad, la piratería opera en radios relativamente cercanos a la costa.