Después de más de dos semanas de navegación, poco a poco la rutina diaria se instala a bordo. Ni siquiera la tripulación se acostumbra a este ritmo cotidiano, y gracias al trabajo que realizan cada día, son horas que recortan de monotonía y hastío regular. Un miembro de la tripulación de cubierta me cuenta que está cansado después de 15 años de vivir esta vida casi enteramente dedicada a su profesión, cansado de estar rodeado de agua sin poder hacer nada más que lo que le manda la rutina a bordo. En palabras del ingeniero jefe de sala de máquinas: "me he perdido muchas cosas, pero es la vida que he escogido". En efecto, es la vida que todos ellos han escogido.
También yo lo noto a escala de quién vive otra vida bien diferente, y sólo llevo 15 días... El interés y el entusiasmo de las primeras jornadas ha cambiado, el paso por el Canal de Suez ha sido espectacular, al igual que la sensación de cruzar el estrecho de Bab el-Mandeb... Pero después de este último paso los días se parecen los unos a los otros, y el bochorno del exterior no permite disfrutar de un aire agradable en tanto navegamos cerca de la línea del Ecuador. Después de avistar la paradisiaca isla de Minicoy, el final de viaje queda cerca con el entusiasmo de volver a pisar tierra firme.