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LT CORTESIA

Océano Indico.

Viernes 25, la pasada noche hemos salido oficialmente del corredor internacional, pero en el radar vemos la señal de un navío militar no muy lejos de nuestra posición. Entramos en aguas del océano Indico por el mar Arábigo, donde por fin la brisa y el viento se vuelven más respirables, el cielo está parcialmente nublado y tengo una vista nítida y definida del horizonte. El estado de la mar también ha cambiado, la suave marejada mueve el barco con más insistencia, y por esta vez mi único arsenal contra el mareo se reduce a un único medicamento que alivia este pequeño malestar sin consecuencias. Delfines por estribor chapotean y juguetean con las olas que deja el Cortesia, y en superficie pequeñas aves sobrevuelan los contenedores sin saber muy bien de dónde han salido, estamos literalmente en medio de la nada.

Después de más de dos semanas de navegación, poco a poco la rutina diaria se instala a bordo. Ni siquiera la tripulación se acostumbra a este ritmo cotidiano, y gracias al trabajo que realizan cada día, son horas que recortan de monotonía y hastío regular. Un miembro de la tripulación de cubierta me cuenta que está cansado después de 15 años de vivir esta vida casi enteramente dedicada a su profesión, cansado de estar rodeado de agua sin poder hacer nada más que lo que le manda la rutina a bordo. En palabras del ingeniero jefe de sala de máquinas: "me he perdido muchas cosas, pero es la vida que he escogido". En efecto, es la vida que todos ellos han escogido.

También yo lo noto a escala de quién vive otra vida bien diferente, y sólo llevo 15 días... El interés y el entusiasmo de las primeras jornadas ha cambiado, el paso por el Canal de Suez ha sido espectacular, al igual que la sensación de cruzar el estrecho de Bab el-Mandeb... Pero después de este último paso los días se parecen los unos a los otros, y el bochorno del exterior no permite disfrutar de un aire agradable en tanto navegamos cerca de la línea del Ecuador. Después de avistar la paradisiaca isla de Minicoy, el final de viaje queda cerca con el entusiasmo de volver a pisar tierra firme.

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