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ARGENTINA & PATAGONIA

Viaje a Villa General Belgrano.

Mi primo me acompaña a la estación de Retiro, esta noche viajo a Villa General Belgrano. Los aledaños son peligrosos, no conviene despistarse, nos mantenemos siempre alerta de quien se nos acerca. Ellos ya han tenido varias experiencias y me dejo llevar por sus indicaciones, aunque supongo se sienten responsable de mi.

Emprendo viaje nocturno en un confortable autobús que supera en comodidad a muchas líneas regulares españolas. Me despierto antes del amanecer, mi estómago da señales de náuseas y aguanto, aguanto y aguanto.... El recibimiento que le doy a mi primo y su mujer que me esperan en la estación de autobuses de Villa General Belgrano no es muy alentador, el mareo acaba conmigo y echo el desayuno que nos han dado en el bus en la cuneta. Suerte que ya he llegado a final de trayecto. De inmediato, cancelo la idea de ir a Río Gallegos en bus, no considero una experiencia enriquecedora llegar a destino con el estómago molido. En estas condiciones sólo pienso en el avión como única alternativa, aunque me cueste tres veces más, me ahorro 48 horas de viaje y unos cuantos vómitos.


Villa General Belgrano (léase con acento argentino), es un lugar que nada tiene que ver con Buenos Aires y el caótico desorden social de cualquier gran ciudad. Aquí fue a parar la tripulación del Graf Spee, el barco hundido por los barcos británicos en las aguas de Montevidéo durante la Segunda Guerra Mundial. Gran parte del pueblo guarda una arquitectura típicamente centroeuropea, siendo este y otros lugares cercanos a la sierra de Córdoba de un gran atractivo turístico interno. Ahora muchos de sus descendientes se han establecido en la zona, con tiendas de recuerdos y gastronomía europea. Hay incluso una escuela hispano alemana. El pueblo lo forma una calle principal donde quedan agrupadas las tiendas de recuerdos, bares y restaurantes. También aquí se celebra la Oktoberfest en Octubre, al parecer todo el lugar queda invadido de turistas venidos de todos los rincones de Argentina en los dos fines de semana que dura la gran fiesta de la cerveza.

En las cercanías de la localidad encuentro un parecido razonable a la sierra de Madrid. Picos de media altitud en el horizonte y frondosos bosques de pinos con casitas de madera que se integran perfectamente en este paisaje natural. La visita esporádica de rebaños de guanacos me ayudan a recordar que estoy efectivamente en Argentina, a pesar de encontrarme como en casa. Es en este entorno donde familiares y amigos de la casa realizan una de sus numerosas parrilladas.

Cerca de aquí, a hora y media por camino de asfalto y ripio está La Cumbrecita, una aldea rural situado en el valle del mismo nombre. Es bastante popular en la zona, con bonitas vistas de la serranía cercana y algunos senderos que conducen a lugares boscosos. El hielo y la nieve que cae a esta altitud impide tomar ciertos caminos por peligro de caída. En un breve encuentro conozco a un pequeño grupo de visitantes argentinos, uno de ellos acaba de resbalar y se queja dolorosamente de su tobillo, sus vacaciones han terminado. Extremando las precauciones vuelvo a coger el camino de vuelta.

La ciudad de la provincia es Córdoba, caracterizada por su pasado colonial, donde todavía pueden verse restos de su rico patrimonio histórico - artístico. No obstante la ciudad me parece gris, donde nadie se fía de nadie (acaso como en cualquier otra ciudad), con sus calles estrechas que dejan pasar un intenso tráfico entre sus manzanas cuadriculadas. Tal vez me he acostumbrado a la paz que se respira en Villa General Belgrano, pero Córdoba me recuerda a Buenos Aires a escala reducida.

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