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ESTE I

7 de Enero.

Día 7 de Enero, siempre lo recordaré. Nos hemos levantado pronto del albergue para poder coger el tren de las 8:35h. Como siempre, hace frío, -12ºC, pero con ropa se aguanta bien. Llegamos a la estación con tiempo. Al otro lado del andén está el “Wawel” con destino Hamburgo que salé unos minutos después de nuestro destartalado pero eficiente automotor eléctrico. Nuestro regional nos conduce al punto culminante de mi viaje, la visita al campo de concentración de Auschwitz. La razón de este viaje tenía un sentido, la fecha escogida también: hace tiempo, lei en una web francesa lo siguiente: “Hay que venir a Auschwitz en invierno para entender lo que es el invierno polaco, lo que era Auschwitz…” Esta es la razón de mi viaje en Enero. No me extenderé en la descripción e impresiones de las instalaciones del campo (no es el objeto del presente relato) tan sólo, como dijo Juan Antonio Cebríán, recomendar su visita al menos una vez en la vida.

Por la tarde iniciamos el viaje de vuelta a Cracovia, pensativos con lo que acabamos de ver, pero conscientes de que nuestro viaje continua y el buen rollo no falta. A nuestra llegada buscamos un lugar para cenar, por lo general con una buena relación calidad/precio. Nuestro albergue está al otro lado del centro histórico de la ciudad, por lo que decidimos hacer el recorrido a pie a pesar del tiempo. Lo tenemos claro, nos encanta el frío, aunque tenga que pagarlo con un fuerte dolor en mi rodilla derecha, provocado por las bajas temperaturas.
El ambiente que reina esa noche contrasta con el que hemos tenido durante gran parte del día de hoy. Acabamos con bromas y risas en nuestra habitación.

8 de Enero.

En la mañana de hoy el cielo está despejado y hace buen tiempo, al fin el sol calienta un poco el ambiente invernal…pero sólo es aparente, el termómetro del exterior marca –16ºC. Primera impresión: parece que cuesta respirar, vamos bien abrigados pero resulta inevitable sentir nuestro rostro helado. No tengo motivos ni de quejas ni de lamentos, sabía lo que iba a encontrarme en esta época del año.
Visitamos la Catedral de Wawel, pero el acceso al castillo está cerrado. Seguimos camino de la estación para comprar los billetes a Budapest, Amaia y Gixane han decidido cambiar de destino y se van esta noche a Hungría, estoy a punto de ir con ellas, pero la indecisión me puede, opto por seguir mi ruta a Viena al día siguiente. La Rynek Glowny no queda lejos, esta vez la vemos con luz natural caminando desde la puerta de San Florián. La Iglesia de Santa María situada en uno de sus extremos, custodia la Lonja de los Paños situada en medio de la plaza, que agrupa a artesanos que venden variedad de recuerdos de la ciudad. Decidimos comer en un lugar agradable no muy lejos de aquí. Pronto anochece y el frío resulta tan intenso que mis dos compañeras de aventuras deciden volver al albergue a preparar su viaje nocturno. Por mi parte, hago otra incursión en el barrio judío de Kazimierz, fotografío la Plaza Wolnica y algunos edificios conservan todavía la estrella de David en sus fachadas, encuentro la sinagoga del otro día, pero está cerrada. Vuelvo al albergue para descansar un poco y acompañar a mis dos amigas a Krakow Glowny.
A nuestra llegada a la estación de Krakow, el tren está ya en vía. Si hubiera vuelto atrás en el tiempo, no lo hubiera dudado ni un momento en seguir viaje a Hungría con ellas. El “Cracovia” lleva un coche cama y plazas sentadas. Completan la rama varios coches destino Bucarest, que llegan a la capital rumana tras más de 24h de trayecto. Apenas me despido de mis dos amigas, a las 22:40 el tren pone rumbo a tierras húngaras. Imagen imborrable la de ver el último coche alejarse y sus luces de cola desvanecerse tras un polvo cristalino de nieve y hielo. Fotograma de un recuerdo tan bello y triste que me invade la melancolía en la solitaria y fría estación de Krakow. Es hora de volver al albergue, los –20ºC del termómetro exterior delatan las numerosas placas de hielo en la acera.
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