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RIO BRAVO

Cagliari

Hemos llegado a Cagliari y al segundo momento decisivo de este viaje, el desembarque. Tengo la sensación de que algo en mi interior frena cada paso que doy en dirección a la salida del barco. Noto cierta ansiedad que se traduce en una ligera presión sobre mi torso, mis suspiros se aceleran, me cuesta incluso tragar, no sólo mi saliva, sino cada percepción visual que percibo por última vez bajo mi retina. Afable despedida del capitán, la señora Ostrum, y de la tripulación con la que me cruzo en mi camino hacia la pasarela. Subo al coche, no puedo evitar dejar de contemplar el barco, al que sigo con la mirada hasta perderlo de vista. Guardo la mejor instantánea de todas en mi memoria, junto al sentimiento de haber vivido al margen del mundo real, como prueba inequívoca de una gloria efímera que nadie podrá entender.

Cagliari mira al sur desde su centro histórico que sube en estrechas calles hasta miradores que se alzan en suaves colinas. El tiempo es magnífico, no sólo se ve en el contraste de sus colores, también en el ambiente de sus terrazas, cafés y heladerías. Huele a ropa recién lavada que cuelgan en algunas calles, dejando caer un cierto desorden caótico sobre una atmósfera distendida y relajada con olor a salitre de mar.

No obstante, la bonita Cagliari sólo es un punto de transición en un viaje que terminó hace dos días, en el momento en que volví a poner pie en tierra. Hacer que un sueño se haga realidad cuesta mucho, pero que además salga bien… Me llevo conmigo la satisfacción de ver que las ilusiones, se construyen a partir de esfuerzos que se materializan en una existencia hecha de pasiones y deseos, con el recuerdo de haber vivido un instante diferente a todos los demás y emocionantes como pocos. Vuelvo a ser capitán de una vida que no ha parado de sorprenderme, en una estabilidad emocional que todavía queda lejos de mi alcance.

Breve referencia a dos personas que marcaron la razón de este viaje. Mi tío “Mingo”, marinero mercante de profesión. Siempre quedaron sus anécdotas de como el barco se zarandeaba en un movimiento de rolling con la llegada del monzón en el Océano Indico, ó navegaban horas y horas aguas arriba por el río Mississipi después de cruzar el turbulento Atlántico Norte. También quiero mencionar a Luis, quién me introdujo en un modelo de viaje totalmente diferente gracias a una valiosa aportación literaria. Por ellos, y vosotros que habeis llegado aquí, gracias por leerme.

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