No está en mis planes en este viaje llegar a Oymyakón, no por el frío, sino porque el tiempo disponible no me lo permite y los casi 1.000 kilómetros de carretera que la separan de Yakutsk son, en el mejor de los casos, dos días de viaje por la espectacular y remota P-504 “Kolima” que llega hasta Magadán. Lástima sin embargo que la fecha de regreso es una de las pocas cosas a la que me veo obligado a fijar.
Las temperaturas mínimas se alcanzan entre las 7 y las 9 de la mañana, justo en el momento en que sale el sol. En esta última mañana de 20 de Febrero y camino del aeropuerto, tengo la oportunidad por fin de conocer la sensación a 40º bajo cero. Toda la ciudad está envuelta en una bruma, es una especie de niebla densa formada por cristales de hielo, donde percibo el aire más pesado todavía que a -30º, tal vez por eso cuesta un poco más respirar con cada bocanada de aire. Es un efecto mínimo pero perceptible para mi cuerpo que no está acostumbrado a tan bajas temperaturas. Por lo demás la ropa de invierno funciona a la perfección.
Me despido de Rusia con la sensación de haber podido aprovechar mejor el tiempo disponible, en todo caso el viaje ha sido inolvidable en toda regla, una experiencia necesaria para seguir proyectando el futuro con la misma intensidad. Quién sabe si mi próximo destino invernal se encuentra ligado a Yakutsk, porque allí donde termina un sueño hay otro que empieza.
Gracias por leerme.