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TRANS-SIBERIAN II

La vuelta a Asia, Madrid - Frankfurt - Pekín.

Ha llegado de nuevo la hora de partir. Igual que entonces, estoy nervioso y tenso, y recibo la oportuna llamada de Horacio para desearme suerte y buen viaje. Mi primer vuelo me lleva hasta Frankfurt, estancia de unos pocos días en Alemania antes de entrar de lleno en mi segundo viaje a Rusia.

Tom y Lisa me esperan en Mannheim, apenas a 30 minutos en tren de Frankfurt. Vuelvo a verles nuevamente, como un calco de mi anterior viaje, solo que ahora la visita está programada. Sus vidas han cambiado de trabajo y de lugar de residencia, pero siguen siendo los mismos que cuando les conocí. Las suaves temperaturas con que me recibe Alemania contrasta con el bochornoso calor de Madrid que por suerte he dejado atrás. No he podido quedar con Lucie en Karlsruhe, lo que hubiera completado las visitas antes de partir, pensando tal vez en una ceremonia de buen augurio como lo fue la otra vez. De momento mi primer viaje sigue siendo toda la referencia que tengo para el segundo que estoy a punto de abordar. No he podido olvidar nada de él.

Tres días después, desde Mannheim tomo el tren de vuelta al aeropuerto de Frankfurt. Ahora mi cabeza bulle de actividad, estoy inmerso en la agitación propia a los grandes eventos de uno mismo. Contrariamente, todo mi cuerpo aparenta calma y paz, que se armoniza con el paisaje verde y soleado de Alemania. Instantes después llego a las instalaciones aeroportuarias de la capital. Percibo la misma sensación que en el momento de coger un gran tren, pero la diferencia es clara. En una estación ferroviaria se tiene todo un país al alcance de la mano, en un aeropuerto el mundo entero espera al otro lado de sus mostradores y controles. La enorme aeronave ya se encuentra junto a la puerta de embarque para llevar a sus pasajeros, y yo entre ellos, de vuelta a China.

Apenas logro pegar ojo, y a las pocas horas de emprender el vuelo, ya amanece en el crepúsculo de una noche apenas consumida por un día que ya despunta sus primeros rayos de sol. Abajo, muy abajo sobrevuelo de nuevo Siberia, el enorme espacio abierto de naturaleza que se extiende bajo mis pies. Lentamente, hora tras hora, y milla tras milla, el avión completa su recorrido hasta llegar a Pekín entre nubes cargadas de humedad que no dejan ver otra cosa que las pistas de aterrizaje. Han pasado 10 horas, al fin he vuelto a mi punto de partida.

 

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