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TRANSIBERIANO II

EL VIAJE & FOTOS

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LA VUELTA A ASIA
HACIA EL NORTE
EN BUSCA DEL PACIFICO
EL OTRO ORIENTE
EN TIERRA DE BURYATIA
SIBERIA CENTRAL
ULTIMA ETAPA
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En busca del Pacífico, Harbin - Vladivostok.

La estación de Harbin está repleta de gente, y una increíble cantidad de personas sólo hacen que entrar por su puerta principal en dirección a alguna de las enormes salas de espera. Me pregunto si hay trenes suficientes para alojar a esta marea humana. No veo ni un occidental, y por momentos me siento observado, soy consciente de que sin quererlo soy el foco de atención de algunos curiosos... y curiosas. Así conozco a la hermana de la joven Lyu Pung. No sabe interpretar su billete, o tal vez es la mejor excusa para entrar en conversación conmigo. La casualidad ha querido que sea una de las viajeras de mi tren con destino Rusia, aunque ella se dirige al norte, a Khabarovsk. Ha empezado sus estudios universitarios en esta ciudad rusa, y a sus 19 años ve el futuro con optimismo aunque sus circunstancias personales se empeñen en demostrar lo contrario. Su madre está enferma y su padre presenta una invalidez permanente, sin duda todo un ejercicio de voluntad. Hablo con él y su hermana, el diccionario se revela aquí indispensable. No muy lejos advierto la presencia de dos chicas de piel blanca y ojos claros, su semblante revelan su inequívoca identidad rusa.

Hora de subir al tren. Nada mas poner pie en el andén noto el olor a carbón de la calefacción procedente de los coches rusos, un ligero olor a hollín me trasladan al viaje de invierno de hace cuatro años... sería capaz de reconocer este aroma entre un millón, algunas esencias nunca se olvidan. A pie de coche me atiende Misha, con uniforme de verano revestido de un elegante tinte azul marino. La primera percepción al subir al coche es que realmente me creo estar en Rusia cuando todavía ni siquiera he salido de Harbin, parezco tener una confianza totalmente renovada. De nuevo soy el único viajero que ocupa una cama en todo el coche con destino Vladivostok, Lyu Pung y una de las chicas rusas suben al otro coche con destino Khabarovsk. El sentimiento que percibo al arrancar el tren de la estación es de una satisfacción difícil de argumentar. Atrás queda el guardia, los familiares de la joven estudiante china, la amiga de la rusa... todos desfilan ante mí a cámara lenta en una sucesión de personajes variopintos, cada uno con su propia historia particular, unidos por el azar en un punto convergente que ha sido el andén que ahora dejo atrás. No hay duda, realmente estoy saliendo de la caótica Harbin. En el recuerdo queda todo lo percibido en tan poco espacio de tiempo. Aun siendo una situación de aparente desorden, no puedo hablar de un caos verdadero, entre otras cosas porque todo funciona a la perfección y todo sigue un criterio y unas normas para establecer un orden a las millones de personas que habitan esta ciudad, aunque esta idea bien puede extenderse a toda China.

Al día siguiente despierto entre campos verdes y colinas suaves que se entrelazan con casitas de madera y algunos edificios de varias plantas que pronto hacen acto de presencia, estoy llegando a la aglomeración urbana de Suifenhe. El tren queda estacionado unos minutos en este punto fronterizo. Al otro lado del andén, un numeroso grupo de trabajadores atiende a las órdenes de un capataz que dirige algún trabajo en la playa de vías de mercancías de la estación. Muchos de los vagones estacionados van cargados hasta los topes de madera. Al cabo de un instante sube al tren la policía aduanera china, momento en que el tren reinicia de nuevo la marcha con destino la frontera rusa.

Tras una breve inspección a mi pasaporte, el joven policía que me atiende en un correcto inglés realiza diversas preguntas, algunas de las cuales no tienen nada que ver con el propósito de mi viaje y si personales. Poco a poco me voy encontrando más incómodo en esta especie de interrogatorio improvisado, todavía soy plenamente consciente de que sigo en territorio chino. Intento mantener firmeza y seriedad en mis respuestas, y estas van dejando paso a cierta relajación en mi propósito de darle confianza, al parecer solo quiere charlar conmigo, el paso de extranjeros occidentales por esta zona no es muy habitual. Sin confiar en su actitud, tocamos varios temas, por supuesto nada de política y si de fútbol. El último tema que hablamos hace referencia a los idiomas y la importancia en el mundo actual. Su respuesta final resulta inquietante - el idioma chino será importante para el mundo cuando seamos la primera potencia - afirma con seguridad y convicción.

En una breve parada en medio de la nada se apean todos los policías, y mis deseos de llegar a territorio ruso se han acrecentado todavía más si cabe después de la conversación mantenida con el policía. China me suscita ahora más preguntas que respuestas, y los interrogantes acerca de su futuro son tan inciertos como el de mi vida misma. Sin darme cuenta hemos entrado en un terreno escarpado y cubierto de un denso follaje. Muy cerca quedan las primeras estribaciones de Sikhote-Alin, una cordillera boscosa que se extiende desde Khabarovsk hasta Corea del Norte. Habitada por tigres, osos y todo un ejército de virulentos mosquitos, es como una selva pero sin trópico, perderse en ella, es perder la vida. Tras una curva veo el primer puesto militar ruso escrito en cirílico... por fin he vuelto a Rusia.

Grodekovo es la primera población rusa y puesto fronterizo con su vecina China. Debemos bajar del tren, van a cambiar los bogies por los de ancho ruso. Todos los pasajeros bajamos con nuestros equipajes, los viajeros procedentes de Harbin somos los primeros en ser atendidos en el puesto de control. De nuevo sello al pasaporte y registro de maletas, aunque ni siquiera se molestan en abrir la mía, el rostro que me atiende es de una indiferencia total. Los viajeros chinos en cambio están bastante más controlados y no hay bulto que se salve de ser abierto. La joven estudiante china que viaja a Khabarovsk tampoco se libra del exhaustivo registro ruso. Quedamos los tres reunidos en una gran sala de espera totalmente vacía a la espera de coger nuevamente el tren al que están cambiando los bogies en un taller próximo. Nunca una espera tan larga fue tan corta, adelantamos los relojes tres horas y las dos horas restantes pasan sorprendentemente rápidas. La joven rusa se presenta como Gala, regresa a Komsomolsk por unos días para visitar a su familia. Hace tan solo unos meses se trasladó al sur de China donde vive y trabaja como bailarina junto a otros compañeros rusos, la vida en Rusia se ha vuelto muy cara y ha decidido dar el paso para salir de su tierra natal.

De nuevo en ruta, nos despedimos instalándonos cada uno de nuevo en nuestros respectivos coches. El tren corre ahora entre una pradera ocre y llana que se asemeja a la sabana africana, su traqueteo monótono y constante va en busca de la ciudad de Ussuriysk, situada en la línea del Transiberiano donde los dos coches que forman el tren se separan definitivamente. Tengo la sensación de regresar al mundo occidental, a lo ya conocido y a lo que me inspira total confianza, tan solo he pasado unos días en China y parece que hubiera pasado mucho mas tiempo. El presente me tiene tan absorbido que acuso una distorsión temporal importante, tengo que pensar para saber que día de la semana es hoy. Al atardecer paseo en los aledaños de la estación de Ussuriysk, donde vuelvo a ver rostros y rasgos más familiares, y me veo hasta capaz de poder entender ciertas palabras de la gente que aquí me rodea.

Mi coche pasa parte de la noche en vía muerta, para de madrugada recorrer los últimos kilómetros hasta Vladivostok. En mitad de la noche me despierto notando de nuevo el ligero vaivén del coche en movimiento, ya no soy capaz de retomar el sueño, el momento es demasiado importante como para quedar dormido. La espera ha sido larga y paciente para llegar a este lugar del mundo, representada por la indiferencia de muchos y la culminación personal de una quimera hecha realidad. En los últimos kilómetros el tren disminuye su velocidad, pasa entre estaciones desiertas, y el convoy serpentea en la entrada a la ciudad entre algunos puentes de carretera y muros de contención. A las 6:00 en punto de la mañana, el tren queda estacionado en uno de los símbolos por antonomasia del Transiberiano, la estación de Vladivostok.

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