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TRANSIBERIANO

Baikal, Novosibirsk – Irkutsk.

Tren número 10 “Baikal”, según dicen el mejor tren que circula por la línea del Transiberiano entre Moscú e Irkutsk. Nada mas subir al coche, y previo chequeo de pasaporte y billete por parte de la provodnika, noto el olor a madera y moqueta de su interior, la calidez de sus tonos cerezos y granates me hacen olvidar el frío del exterior, incluso en clase kupe el nivel de confort es realmente elevado. Todo parece nuevo en unos coches que se me antojan recién estrenados, donde todavía puedo ver el plástico protector de las camas sin quitar. Conmigo viaja una mujer y una niña pequeña que permanecen despiertas en el compartimento. En un primer momento su expresión es de absoluta seriedad. Tal vez en un intento de familiarizarse conmigo y para sorpresa mía, me ayuda hacer la cama. Es fácil adivinar que no tengo que juzgar tan rápidamente a los rusos como si todos fueran personal del primer alojamiento de Moscú. A la 1:04 de la madrugada hora local, el tren reemprende la marcha rodeando por el norte la ciudad de Novosibirsk. La miro a través de la ventana del pasillo con cierta nostalgia, una melancolía transitoria que dura lo que tardan mis sueños en vencer a mi consciencia a estas horas de la noche. No tardo en quedar dormido entre el suave balanceo del tren y los recuerdos fugaces de la capital de Siberia.

Al día siguiente despierto bajo el mismo panorama de la taiga, pero una asombrosa cantidad de nieve y hielo invade cada rincón de este paisaje, que sin embargo no parece dar señas de una tregua inmediata. No para de nevar en toda la mañana, y los carriles de la vía apenas son visibles. Estamos a finales de noviembre... me pregunto cómo debe ser la situación en enero o febrero. A media mañana, el tren hace parada en la importante ciudad industrial de Krasnoyarsk. Bajo al andén a respirar un poco de aire fresco convenientemente abrigado. Lo primero que me sorprende es la impecable librea azul que caracteriza este tren, y el contraste con el blanco de la nieve que penetra y recubre casi todo el bajo del vehículo. En las paradas prolongadas, veo el trabajo de las provodnikas que no sólo se limitan a cuidar el interior de sus coches. Con ayuda de un hacha quitan el hielo que se ha formado en los bajos y retiran la nieve acumulada en los lugares de paso con un cepillo de felpa. Nada que ver con las azafatas de los flamantes trenes de alta velocidad. En la vía contigua hace parada el “Vostok”, que puntualmente nos sigue con el mismo intervalo de 20 minutos.

Al regresar, un nuevo viajero toma asiento en nuestro compartimento, es el marido de Tatiana que viaja en clase platskartny, y aprovecha las horas diurnas para encontrarse con su mujer y su hija en nuestro coche. Al cabo de unos minutos de nuestra salida cruzamos el impresionante río Yenisei que desemboca en el Ártico. La magnitud del río está en concordancia con la no menos espectacular estructura metálica que lo cruza. El marido es uzbeco y se llama Alosha, ella rusa, regresan de Moscú después de una importante intervención quirúrgica a su hija Sofía, la cuarta con sólo 12 años. A pesar de las circunstancias se muestran muy hospitalarios conmigo, compartimos comida, intercambiamos ideas e impresiones, y sobre todo, logramos entendernos. En el exterior, nuestro tren levanta a su paso la nieve en polvo de un paisaje dominado por la interminable taiga, vestida para la ocasión de su color blanco predilecto, en un desfile esporádico de isbas y aldeas que sobreviven como pueden al duro invierno ruso. Siberia, para muchos sinónimos de exilio y Gulag, para unos pocos y sólo para una minoría, el cumplimiento de un sueño temporal en perfecta armonía con todo lo que me rodea.

El frío arrecia cada vez más en mi recorrido hacia el este con la llegada de la noche, donde se distingue perfectamente la nieve blanca tras la ventanilla del compartimento, me dejo hechizar por este paisaje nocturno irreal y mágico... Cuadrillas de ferroviarios uniformados con chalecos reflectantes naranjas cuidan de las instalaciones ferroviarias, y del paso de cada una de las circulaciones del medio más importante de comunicación que une toda Rusia. A intervalos regulares, el tren aminora su marcha a su paso por potentes focos que apuntan directamente a los bogies y bajos de los coches. Al importante tráfico ferroviario de viajeros se le une el mercante, con pesadas composiciones de hasta 80 vagones con las mas variadas cargas, procedentes en su gran mayoría de los inmensos recursos naturales de Siberia. En algunas secciones el tráfico es tan intenso que cada minuto se produce un cruce con algún tren. Descubro con placer que existen otros paraísos ferroviarios del que hasta entonces apenas tenía noticias. Entre otras cosas, las condiciones climáticas de trabajo hacen de esta línea algo excepcional.

Otro día más transcurrido de viaje y parada en Tayshet. Desde esta importante estación, tiene lugar el empalme con el ferrocarril Baikal–Amur o BAM, un ramal paralelo a la línea del Transiberiano original que circula más al norte, y que termina también en el Pacífico vía Tynda y Komsomolsk. Las durísimas condiciones de trabajo llevadas a cabo en su construcción y posterior explotación, hacen de esta línea todo un alarde de ingeniería y esfuerzo que cruza parajes todavía más inhóspitos que su homóloga. Me bajo junto a Alosha en zapatillas, aunque en realidad todos los que bajan lo hacen en iguales condiciones, donde une pequeña multitud de viajeros se congrega junto a las puertas de acceso de sus respectivos coches. Puedo percibir el frío sobre mi rostro que me hace sentir más vivo que nunca, y mis pasos sobre la nieve blanda, me recuerdan el dulce sonido de sus cristales de hielo apretujarse bajo la presión de mis pisadas. Aquí es donde el “Vostok” nos adelanta con una breve parada. Al pasar por delante, vemos detrás de sus ventanillas rostros orientales que nos miran con la misma curiosidad que nosotros a ellos, al tiempo que algunos permanecen impasivos en la intimidad de sus compartimentos. Las luces de sus coches desfilan ante los viajeros apostados a pie de vía hasta quedar absorbido nuevamente por la noche siberiana. En unos minutos tomaremos el mismo camino, es hora de despedirme de Alosha con un firme apretón de manos que vuelve a su coche platskartny. Él, junto a Tatiana y Sofía se dirigen a Tulun, donde en mitad de la noche llegarán a destino. Nos prometemos seguir en contacto vía el tradicional correo postal.

Al día siguiente me despierto en solitario en el compartimento, es una sensación diferente, extraña… echo de menos a mis compañeros de viaje, pero la aventura debe continuar e Irkutsk está ya a un paso.

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