WWW.VALENTINWORLD.COM

valentinworld@gmail.com
 

TRANSIBERIANO

EL VIAJE & FOTOS
______________
CRUZANDO EUROPA
CAMINO DE SIBERIA
BAIKAL
A TRAVES DE LA ESTEPA
DESTINO PEKIN
______________

Destino Pekín, Ulan-Bator – Pekín.

No escapo a la regla, me toca levantarme temprano aunque veo que no soy el único. En el albergue coincido con gente que también cogen el tren a Pekín; Steward, un neozelandés que vuelve a casa y tres chicas holandesas que realizan una vuelta al mundo. Fiel a mi puntualidad independiente, esta vez vamos con retraso, lo que nos obliga a coger dos taxis. Voy con Katrien, con su pelo bien cortito tipo chico y su rostro ligeramente coloreado por el intenso frío de la mañana. La noto preocupada porque no vemos ningún taxi a la vista y el retraso empieza a ser acusado. Son las 7:30 de la mañana y apenas vemos coches en el centro de la capital. De pronto en una esquina aparece un taxi, -vokzal poezd- digo al conductor con cierta premura. Al llegar a la estación de tren, nos dirigimos a nuestros respectivos coches, seguro tendremos oportunidad de encontrarnos en el tren con el resto de su gente.

Creo que tuve que pedir mal el billete, porque viajo en un coche de 1ª clase totalmente enmoquetado y aseo en cada compartimento con butaca y 2 literas; bien pensado, los mochileros también nos permitimos nuestros lujos, aunque sea a costa de errores propios o ajenos. Viaja conmigo Aithan, cantante de ópera mongol que acompaña a su hija y su nieto a Pekín, donde estos dos últimos tomarán un vuelo con una vida ya establecida al otro lado del Pacífico en los Estados Unidos. Con él hablo en un inglés básico, pero suficiente para poder entendernos, charlas que quedan entrecortadas por las esporádicas visitas de unas simpáticas niñas que viajan en el compartimento contiguo y su nieto. No se puede negar que estoy en Mongolia, todos los niños tienen las mismas características que los hacen tan peculiares, con sus ojos profundamente rasgados, y las mejillas bien pronunciadas que redondean casi todo su rostro. Tengo unas ganas contenidas de pillar entre mis dedos sus carrillos como hacían mis tías y abuelas de pequeño.

Al cabo de unas horas entramos en los límites sin fin del desierto de Gobi, que desfila por detrás de unas ventanillas empeñadas en quedarse congeladas. Apenas una fina capa de nieve moldeada al antojo de los vientos cubre este vasto territorio, y las pocas ciudades existentes a lo largo de la línea, aparecen vulnerables y desoladas en medio de este paisaje de una belleza hostil y sobrecogedora, como lo es también el contraste con respecto al otro lado del mundo en el que me ha tocado vivir y adaptarme en este Monopoly de la vida real. Puedo contemplar lo que me rodea, y percibir la diferencia y distancia que hay con respecto al mundo al que pertenezco, y sin embargo estoy a unas cuantas horas de vuelo de aquí, de allí.

En la tarde me reúno con mis compañeros de albergue en el exótico y bien cuidado coche restaurante mongol. Algunos objetos decorativos y figuras de Papá Noel anuncian la proximidad de las fiestas navideñas. Al calor de una taza de té se le une el juego de una partida de cartas, y conversaciones que animan la travesía de norte a sur de este enigmático país. Mis ojos se pierden en su horizonte, al tiempo que un magnífico sol intenta en vano calentar el ambiente invernal del exterior. El premio visual es el atardecer que contemplamos por el oeste, cuya puesta de sol se concreta en una estela multicolor de vivos colores que se difuminan con el gris azulado de la noche recién encendida. El ambiente es realmente excepcional. Steward me recuerda incluso a mí en su comportamiento social, tiene la timidez del inicio, y la confianza del resto del tiempo para compartirla con todos nosotros.

Antes de medianoche se procede al control de pasaportes y visados en las ciudades fronterizas de Zamyn-Uud y Erlian. Las formalidades aduaneras no tienen nada que ver con el puesto de Sukhbaatar, tal vez por este lugar el paso de extranjeros esté mas extendido y el control sea mas rutinario. También se procede al cambio de bogies de nuestro tren por los de ancho chino. La operación es aquí mucho más brusca que en Brest, con violentos movimientos de enganche y desenganche. Nos desacoplan el restaurante mongol, colocando en su lugar uno de los ferrocarriles chinos bastante mas modesto y austero en su decoración y personal. Al filo de la 1:00 de la noche reemprendemos nuevamente la ruta hacia Pekín. Quedo dormido entre unos pensamientos que me recuerdan que esta es mi última noche en tren.

A la mañana siguiente despierto entre un paisaje de huertas y cultivos, cuyos campesinos me hacen ver que estamos bien en China. Todo ha cambiado en el transcurso de la noche, parece como si la luz del día acentuará este contraste paisajístico con respecto a Mongolia. Tengo todavía el sueño pesado, pero puedo distinguir por primera vez la Gran Muralla china. En Zhangjiakou bajo a caminar un poco y despejarme. Me llama poderosamente la atención ver el estado en que han quedado los bogies después de circular tras una gélida noche a través del desierto de Gobi. Gran parte de la grasa ha quedado totalmente congelada, y la acumulación del hielo en una dirección muy concreta deja adivinar el sentido de circulación del tren. Desde aquí la Gran Muralla es mucho más visible, abandonada al antojo del tiempo en algunos tramos, restaurada y conservada en otros. Poco después, el tren sigue un recorrido montañoso, en un trazado de curva y contracurva que necesita el acoplamiento en cola de una locomotora.

Después de dejar atrás el sinuoso paisaje del este de Datong, de nuevo la llanura, donde el tren recobra velocidad entre cultivos que van cediendo su sitio a modestas chabolas de cartón y piedra apostadas junto a la vía. Aithan está con los suyos en el pasillo, también a él le tocará despedirse de sus seres queridos. Me encuentro en la particular intimidad de mi compartimento mirando por la ventana, escuchando una dulce canción que invita a la reflexión de este viaje a punto de concluir. Ojalá pudiera seguir en cualquier dirección desconocida, perderme en el espacio del mundo y hacer que el tiempo fuera tan solo una entelequia… Por el horizonte asoman los modernos edificios de Pekín entre una nube de contaminación común a cualquier gran urbe. Poco a poco los viajeros recogen sus equipajes, en el pasillo se inicia un ajetreo que contrasta con la tranquilidad de todo el viaje. Casi he acabado el libro de Lucie que inicié de leer a mi salida de Moscú. Puntualmente, el tren se detiene bajo los modernos andenes de la estación central de Pekín… fin de trayecto.

< Ulan-Bator 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 Pekín >