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ESTE I

2 de Enero.

Como es costumbre en mis últimos viajes en tren, el Costa Brava con destino Cérbére es el iniciador de este gran viaje que emprendo con cierto (bastante) nerviosismo inicial, que queda rápidamente extinguido por la animada charla de mis compañeros de compartimento. Van por motivos de trabajo o estudios, me considero afortunado de hacerlo por placer. Visita a la cafetería y vuelta a las literas. Caigo rendido en un profundo sueño casi sin darme cuenta.

3 de Enero.

Mis sueños despiertan antes de llegar a Barcelona, cuando todavía la noche es cerrada y la ciudad empieza a despertar. Poco después de su salida de Barna, se nota en el tren una mayor tranquilidad, y apenas quedamos unos pocos en nuestro coche. Voy a la cafetería a ver el siempre bonito amanecer desde la ventanilla en compañía de una bebida bien caliente. El día está totalmente despejado, aunque la sensación térmica del exterior es fría, típica de esta época del año.
Poco después de las 9:30h decido bajar en Portbou, aunque sin saber mucho que hacer, tengo 11 horas por delante. Lo confirmo, hace bastante frío tanto en el exterior como en la propia estación. A media tarde decido ir a Cérbére, a la espera del nocturno que me llevará hasta Metz, ciudad del nordeste de Francia cercana a la frontera con Alemania. El día pasa aburrido, pensando en que podía haber aprovechado estas horas en hacer algo más que esperar. Al caer la tarde coincido con una joven china que está desorientada con los horarios y acaba de perder su tren a Toulouse. Entramos en conversación hasta la salida de su próximo tren a la “Ciudad Rosa”.
Mi tren destino Metz (20:42h) está ya en vía. Está formado por una larga composición de 17 coches Corail divididos en dos ramas, Metz y Strasbourg, que se separan en mitad de la noche en la estación de Dijon. Tumbado en la litera y mirando por la ventanilla, veo una fantástica Luna que ilumina suficientemente la noche para no perderse el paso por los estanques de Sigean…el panorama es magnífico. Poco después de Narbonne me quedo ya dormido entre el leve “traqueteo” del tren, con la sensación de sentir la vía francesa más “pulida” que la española


4 de Enero.

Despierto poco antes de la llegada de nuestro tren a Nancy, miro por la ventana…la nieve invade todo un paisaje que dominan suaves colinas y bosques, un paisaje que contrasta con el que he dejado hace una horas. Metz no queda ya muy lejos. Llegada puntual. Hace frío, bastante frío (falta de costumbre). Compro el billete a Saarbrucken, con un cambio de tren en Forbach medianamente indicado por el revisor. Pequeño imprevisto en Metz: el regional a Saarbrucken sale con mas de 30 min. de retraso y hay avería en la calefacción del tren, hace realmente frío dentro y todos los que viajamos en él, lo hacemos bien tapados de pies a cabeza. Llegada a Saarbrucken para coger un regional destino Koblenz, con una breve correspondencia hasta Colonia. A la espera de dicho regional, de pronto por los altavoces anuncian en alemán lo que me sugiere algún otro imprevisto (mi alemán es nulo). Todos los que esperan mi tren se giran hacia otro instalado al otro lado del andén. No cabe duda, donde va Vicente va la gente, pero pregunto en un inglés mediocre a una de ellas antes de subirme. Todo en orden. Emprendo viaje por la bonita zona del Sarre, flanqueado en casi todo el recorrido por el Moselle y a partir de Koblenz por el Rhin. Una ligera nevada me recibe a mi llegada a Koln, donde haré la correspondencia hacia Varsovia. Dispongo de 4h para visitar un poco los alrededores y comer algo. La catedral merece sin duda una merecida atención. Pronto llegan las 18:19 y recojo mi mochila del eficiente sistema de consignas de la estación.
El EN 249 “Jan Kiepura” también se retrasa…pero no importa. Lleva coches literas y camas destino Varsovia y Moscú, y para muchos es la antesala al Transiberiano. Se instalan en mi compartimento una joven polaca que vive entre Colonia y Varsovia y una alemana que estudia en la capital polaca. En Bielefeld sube un ruso que se dirige a Poznan. Por unos instantes, por espacio de unas horas, se instala en nuestro compartimento un “microambiente multicultural”, donde todos logramos entrar en comunicación…se respira buen rollo. Hablan alemán, pero una de ellas habla francés. Esto es lo que hace fascinante los viajes en tren. Al filo de las 3:00 de la madrugada se procede al control de pasaportes en la frontera, momento siempre emocionante en un trayecto internacional. Primero la policía alemana, luego la polaca, sello al pasaporte…y bienvenido a Polonia.
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