valentinworld@gmail.com
 

RIO BRAVO

Mar del Norte I

Amanece en este viernes de septiembre, y sobre el puerto una intensa bruma lo cubre casi todo. La enorme maquinaria del buque se pone en funcionamiento, se inician las primeras vibraciones acompañadas de un ruido de fondo, seco y constante como el de un metrónomo a escala industrial. Minutos después de que la última grúa haya replegado su pluma, se inician las maniobras de zarpe cuando son las 6:30h de la mañana. Salgo a la cubierta principal para seguir de cerca las operaciones. Se sueltan amarras, y muy lentamente, el Río Bravo se aleja del muelle ayudado por dos remolcadores hasta colocarlo en posición. La bruma se disipa gradualmente, dejando ver en sus orillas algunas casas que todavía duermen al paso silencioso y discreto de nuestro buque. Después de cinco horas de deliciosa navegación sobre el Elba, una lancha motora viene a recoger al piloto del puerto de Hamburgo, siendo el Río Bravo totalmente autónomo a partir de este punto. Dos postes lumínicos plantados literalmente en medio del mar indican la desembocadura del río y la entrada a mar abierto, al mar del Norte.

Inna, joven bielorrusa, ostenta el rango de tercera oficial y habla un perfecto inglés y polaco. Con su voz frágil y discreta nos guía por las instalaciones principales de la superestructura que ocupan 7 plantas: sala de recreación, comedor, lavandería, sala de gimnasio y ping-pong, piscina, sauna, y una breve visita al puente de mando. Tal vez ha aprendido a ser reservada e introvertida en una actividad profesional donde se cuentan con los dedos de una mano las mujeres que trabajan en buques de carga. El barco es muy confortable y está bien equipado para que la rutina de la tripulación sea lo mas distraída posible. Se tiene libre acceso a todo el barco, menos al puente de mando, a la sala de máquinas y las zonas delimitadas como restringidas.

La rutina a bordo queda regulada con el horario de las comidas. Desayuno de 7:30h a 8:30h, almuerzo de 12:00h a 13:00h y cena de 17:30h a 18:30h. Los pasajeros compartimos mesa con el capitán, oficiales e ingenieros. El resto de la tripulación tiene asignada la “Crew Mess Room”. La comida en general es muy buena ó excelente, y algunos días, buena. Nuestro Steward, Alberto, intercambia conmigo algunas palabras en español, que contrastan con las discretas y técnicas conversaciones relativas al barco que se desarrollan entre capitán y oficiales. Mirar por la ventana se ha convertido en un gesto involuntario de sorpresa meditada, al tiempo que almuerzo junto a grandes contenedores con vistas al mar.

Desde mi cabina tengo una imponente perspectiva de los contenedores perfectamente alineados, que convergen en un horizonte definido por una nítida línea que se funde con el mar. Algunas nubes grises se cierran sobre un cielo despejado, pero el Río Bravo avanza suave y constante en un oleaje que apenas perturba la tranquilidad de sus casi 300 metros de eslora y 40 de manga. Exploro el barco de popa a proa, envuelto en los numerosos olores de la cubierta principal pintada de un vivo color naranja, y me pierdo visualmente en el rastro de espuma que se extiende y se difumina por detrás del buque. Incluso si la velocidad es relativamente modesta (16 nudos, 30km/h), el viento siempre es fuerte en alta mar, aunque por suerte no faltan lugares para resguardarse de él. De momento el mareo no ha hecho acto de presencia, y mi alergia cutánea ha desaparecido. Apenas he terminado mi primer día de navegación, y ya estoy en condiciones de pronosticar que tendría que remontarme varios años atrás en el tiempo, para volver a vivir y sentir un viaje similar.

A las 7:00h de la mañana del día siguiente hemos entrado en el estuario del río Escalda que da acceso al puerto más importante de Bélgica. Con el práctico del puerto de Amberes a bordo, el barco se mueve con precisión milimétrica en un itinerario sinuoso y acotado con balizas intermitentes rojas y verdes. Nos cruzamos con varios cargueros, ferrys y cruceros, entre ellos el Explorer, conocido por ser una original Universidad flotante. Nos lleva cinco horas alcanzar el puerto, tras lo cual se inician las maniobras de atraque, lenta y progresivamente hasta quedar totalmente amarrado. Se establece la hora de zarpe para mañana domingo a las 21:30h.

La tripulación y oficiales de cubierta se afanan en las operaciones de carga y descarga de los contenedores, los mecánicos en el mantenimiento de los motores ahora parados. Dispongo de tiempo suficiente para poder visitar la ciudad de Amberes, pero el transporte público desde el puesto de control al centro de la ciudad es inexistente, y coger un taxi oscila entre 50 y 70€, optando por quedarme a bordo. Pierdo de vista en la lejanía las instalaciones del puerto, y el paso regular de cargueros y otros portacontenedores da idea de la incesante actividad incluso en fin de semana. En la otra orilla está la central nuclear de Doel, por la que emanan de sus chimeneas voluminosas nubes de vapor de agua. Sábado noche, la actividad se detiene, descansa. Un paseo por el muelle bajo la atenta mirada de las cámaras de seguridad, no impide sin embargo observar más de cerca la enorme estructura en la que he decidido viajar. Las sombras que proyectan las grúas sobre el barco, parecen jugar en mitad de la noche al escondite con las luces del “castillo” totalmente iluminado.

< A bordo 1 2 3 4 5 6 7 Mar del Norte II >