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CHILE

Atacama

San Pedro de Atacama es la cuna del turismo nacional e internacional en el norte de Chile, tanto o más que las Torres del Paine en el sur del país. Al poner pie en sus calles percibo la misma sensación que en Ushuaia, y la sospecha se confirma al llegar al albergue. Todo esta programado para que el turista y viajero salte de excursión en excursión de un día a otro e incluso en la misma jornada. Se puede ir por libre pero hay que conocer bien los lugares más vistosos. Este pequeño oasis de calles cubiertas de arena y grava, está formado por una travesía principal donde se codean restaurantes, tiendas de recuerdos y tour operadores. Sin embargo, basta alejarse unos centenares de metros del pueblo para entender la verdadera atracción que ejerce este lugar en los viajeros… está rodeado de paisajes absolutamente sublimes.

En el albergue hago amistad con Fabián, joven suizo de Zurich, que está realizando una vuelta al mundo en un año sabático que ha decidido coger en la empresa financiera para la que trabaja. Stephanie es alemana y está terminando sus estudios de psicología. Me comenta entusiasmada que se ha inscrito en un curso de español en su universidad en Alemania, y que comienza a su regreso la próxima semana. En la cena de hoy el ambiente es realmente agradable y distendido, y por unos minutos todos han dejado de lado sus teléfonos y portátiles de última generación.

Rocas, desfiladeros y dunas de arena forman parte de un paisaje abrupto y lunar, en un atardecer que la luz del sol tiñe en un degradado de colores que abarca toda la infinidad de ocres y marrones, al azul permanente del cielo. En una visita a un cañón no muy lejos del Valle de la Muerte, uno se pone en la piel de Aron Ralston, protagonista de la excelente película "127 horas". El volcán Licáncabur siempre vigilante desde cualquier punto del paisaje, nos sigue hasta el salar de Atacama para ver las imposibles formas geométricas que han dejado sus sedimentos. La soledad del paisaje es sorprendente, sólo estamos nuestro pequeño grupo y los flamencos en la monotonía de este vasto panorama sin fin. Cruzamos la intersección con la carretera que conduce al gigantesco campo de antenas del proyecto ALMA al que no se tiene acceso público. Las lagunas altiplánicas situadas a más de 4300 metros de altitud, reflejan en sus aguas los volcanes colindantes en un decorado que recuerdan la estepa mongola.

Hoy hemos decidido alquilar unas bicis por libre y hacer una ruta por el espectacular Valle de la Luna. Junto a Fabián y a mí, vienen también Lisa, alemana de 18 años que domina ya 4 idiomas, y Juan, un colombiano que regresa en unos días a Medellín después de pasar casi un año trabajando en Santiago. Ellos además, van hacer sandboard en una de las enormes dunas de arena.

Ya en los inicios del recorrido se produce cierta confrontación entre Lisa y Juan sobre cuál es el camino correcto a escoger. Cometo el grave error de llevar poca agua, llevamos varias horas de esfuerzo y empiezo a notar mi boca seca y pastosa. Fabián y Juan me ayudan con la suya, pero hay que dosificar bien el preciado líquido. Para sorpresa nuestra, Lisa es sin embargo la más fuerte del grupo, está en un excelente estado de forma. Quiere encontrar una ruta a través del Valle de la Luna que nos lleve a San Pedro, pero en menos de una hora se hará de noche y el trayecto en bici exige al menos dos horas con la suerte de encontrar a la primera oportunidad el buen camino que no vemos por ninguna parte. Para Lisa el litro escaso de agua que nos quedán para los cuatro no es problema, pero para nosotros sí lo es. Juan está en las mismas condiciones que yo, y Fabián empieza a acusar el esfuerzo. Decidimos regresar por la carretera principal en una actitud por parte de Lisa que denota desaprobación.

Lisa a su edad quiere comerse el mundo y tiene un carácter que empieza a definirse. Dotada de una soberbia en su actitud que la llevará sin duda a conseguir sus propósitos, pero también a conocer estrepitosos fracasos personales y profesionales en un futuro que pronostico no muy lejano.

La falta de tiempo me impide visitar el salar de Uyuni en Bolivia, donde muchos otros continúan viaje al país vecino y Perú. Mi tiempo no da para mas, aunque empiezo a sentir la necesidad de bajar a una altitud más baja y benigna. Tengo la piel muy seca y los labios visiblemente agrietados. La altitud a más de 4000 metros no me provoca ningún problema respiratorio ni físico, pero no regulo bien la digestión desde que he llegado aquí. Mañana empiezo mi viaje de regreso, el final de viaje queda cerca. Iré nuevamente a Valparaíso, destino que finalmente he decidido mantener antes de regresar a Europa.
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