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CHILE

Dirección Sur

Es martes 2 de octubre, y en esta mañana soleada inicio mi retorno a Valparaíso vía Calama. Una mujer sube al autobús y toma asiento en la otra fila de butacas, consigo lleva un sobre en la mano. En los asientos frente a ella un par de jóvenes amigos charlan amigablemente. En un momento de la conversación, la mujer madura pasando los cincuenta años de edad, coloca un pie con su zapato sobre el apoyabrazos del asiento delantero. Segundos después el joven de unos veinticinco años, y muy educadamente, la invita a reponer su pie en el suelo. Para sorpresa de los que presenciamos la escena, la señora se niega a hacerlo en una mirada desafiante, no entra en razón de que su calzado esta molestando el antebrazo del chico. Tras casi un minuto en un tira y afloja verbal, la mujer accede a retirarlo con desgana…

No entiendo nada en esta actitud tan prepotente de la mujer en una acción que acabo de presenciar entre dos chilenos. Al llegar a Calama, los primeros viajeros empiezan a bajar con la mujer a la cabeza... instantes después veo el sobre que ha dejado olvidado en el asiento. Tampoco creo que la hubiera dicho nada si la hubiera tenido cerca.

Calama, ciudad dormitorio, obrera e industrial para las centenares de familias que viven de la minería en sus alrededores, y por ende, una de las regiones más activas desde el punto de vista económico. Dispongo de casi 6 horas para saber de todos los comentarios que he recibido sobre esta ciudad.

No hace faltar andar mucho para darme cuenta de lo que me habían dicho en San Pedro, es cierto. La región, a pesar de ser uno de los pilares económicos del país, no lo percibo por ningún lugar, ni en las calles de la ciudad ni su entorno. Casas bajas y aceras polvorientas flanquean la estación de autobuses, y algunos comercios y negocios dejan ver carteles desgastados y señales despintadas. En sus calles aledañas apenas se ve gente caminando. Un ligero viento alivia el calor en este inicio de primavera, que en época estival es tórrido como el paisaje desértico y llano que la rodea. Por alguna razón que desconozco y sin acertar a definirlo, encuentro aquí una atmósfera distinta y enrarecida. No se trata directamente del aspecto de los comercios ó el de sus calles, tampoco lo es por su gente que la habita. San Pedro de Atacama sería un pueblo fantasma en medio de la nada sin sus viajeros y turistas que vienen a ver las maravillas que la rodean, pero aquí en Calama, no hay viajeros ni turistas, ni tampoco cosas bonitas que ver en sus alrededores. Calama deprime más que invita, y cumple con su verdadero cometido de ser una ciudad dormitorio, obrera e industrial pero descuidada y sin atractivo, donde lo que importa realmente es el negocio de la minería sobre todo lo demás. Es hora de volver al bus y acoplarme en una de sus cómodas butacas para otro viaje de más de 20 horas hasta Valparaíso.

Después de una noche de viaje, despunta por el este un nuevo día soleado pero con un paisaje distinto; veo vegetación en las colinas que rodean la autopista, y palmeras que asoman a la llegada de la ciudad costera de La Serena. Nos dan el supuesto desayuno, una bolsita de galletas saladas, un pequeño dulce y un zumo. El snack del mediodía es idéntico al desayuno… mejor hecho mano de mis provisiones.

Son casi las 3 de la tarde y el autobús sigue incansable su recorrido por la Panamericana, no tengo ningún mapa ni referencia a mano, pero creo no estar cerca de Valpo. No importa, he quedado a las 4 de la tarde con Belén lo que me da margen de sobra. Por si acaso pregunto al tripulante que viaja en el bus cuanto queda para llegar a Valparaíso… 30 min.

Una hora más tarde empiezo a sentir impaciencia, son las 4 y ni siquiera hemos llegado a Viña del Mar, y el bus no hace señas por desviarse ni cambiar de dirección hacia la costa. Intento mandar varios mensajes y llamar por teléfono a Belén pero no consigo línea… esta situación me desespera por momentos. Ser puntual tiene un problema, me gusta bien poco hacer esperar a la gente, no así al revés, lo que suena a confusa contradicción.

Cerca de mi asiento viaja un hombre de piel tosca y morena, y en sus ojos rasgados puedo ver un semblante tranquilo que ojea unas notas en un cuaderno. De vez en cuando gira su rostro hacia mi en una actitud de total serenidad, tal vez intenta transmitirme algo de su sabiduría, pero me es imposible aplacar mi nerviosismo que expreso por medio de injurias en voz baja y movimientos con mis manos que no paran de estar quietas. Estoy realmente enfadado conmigo mismo, con el tripulante y con el bus, voy a llegar con casi dos horas de retraso, y desde hace una me están esperando… Son casi las 5 de la tarde, por fin he llegado a Valparaíso después de otras 23 horas de viaje.

     
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